Se prende fuego todo, y yo estoy en calma. Pero de a ratos creo que me pasa algo con esto del 100% de inflación, el rumbo del mundo, y la sobredosis de información que me entra por ojos si no los cuido. Silencio. Los últimos dos días todo se sucede armonioso, como en un sueño. No hay ansiedad. Veo a mi amiga hoy al mediodía, va a mil, le sumo tres datos culinarios difíciles de recordar, me los repregunta tres veces, prometo mandarle un audio. Pasa un coreano caminando, ¿o soy yo la que pasa? Le sonrío, no se por qué, algo en nuestra conexión visual de 1 segundo me hizo sentir que éramos amigos en otra tierra que no es esta. Vuelvo en bici del centro, en la zona de la escuela nos hacen bajar y caminar, todos los ciclistas accedemos sin problema, nos divierte de golpe sentir que podemos ser una sociedad civilizada. Me cruzo al escritor cuyo libro me gustó mucho y que tiene un look peculiar en ese mismo momento que estoy sobre adaptada a la vida tribal. No le digo nada, ni a él ni a nadie últimamente, es algo que aprendí de mi último amante: a ser más reservada, con todo. Y algo que ya veía aprendiendo de mi marido: a hablar menos en general y a hablar menos de otras personas. ¿Me estaré finalmente convirtiendo en esa persona misteriosa y silenciosa que siempre supe era la mejor opción ser?