samedi, février 20, 2016

de madera o enormes

Pocas veces me resfrío. No soporto estar resfriada, por más leve que sea. Disfruto de todos mis sentidos plenamente cada día, no necesito ni un rato de malestar para valorarlos.
En fin.
Hacer la casa, eso es lo que debería hacer ahora que la luz de mis ojos se durmió plácidamente a mi lado.
Hacer la casa: tarea infinita que se repite cada semana. Un poco de placer me genera, ordenar, ordenarme. Tengo virgo en casa IV, debe ser eso. A veces fumo porro y hago todo riendo, sin poder creer lo rápido que avanzo. Otras veces aprovecho y llamo a alguien con quien siempre tengo ganas de hablar pero nunca encuentro el momento y lo hago todo hablando por teléfono. Otros días me masturbo en el medio y después sigo ordenando, como tomándome un recreo que me llena de energía.

Hoy la situación es la siguiente:
La cocina es un caos, tengo lavaplatos pero es un caos cada dos por tres, quizás porque tengo muchas cosas que se lavan a mano por ser de madera o enormes. Quizás porque cocino mucho, quizás porque somos 3.
La sala está relativamente bien. La sala es el living, pero vivir en España me está cambiando muchísimo la forma de pensar y a veces hasta las palabras que uso.
El lavarropas tiene sábanas mojadas, para sacar las sabanas tengo que primero descolgar las cosas de los tenders. Descolgar no necesariamente implica doblarlas, pero he ahí otra tarea que si no hago ahora queda para algún otro momento del fin de semana. La ropa para doblar se multiplica más rápido que los conejos.

 Como dije al comienzo: estoy resfriada. No me quiero levantar de la cama, son las 4 pm, el sol pasa entre las ramas del sauce y me baña en luz intermitente, el sonido del silencio es la suave y rítmica respiración de mi hijo dormido. Mi hijo, lo que mas amo en este mundo. Mejor escribo sobre porque tuve que lavar las sábanas.

Tuve que lavar las sábanas con un día de uso porque tengo gatos. Hoy odiamos a los gatos. A la noche sobre todo, cuando estamos dormidos e indefensos y se nos acuestan encima. Pesan. Son 2, por lo que no son 5 kilos, sino que son como 9. 9 kilos que prefieren permanecer estáticos. Para girar hay que esforzarse y con el peso te destapan un poco... o peor: se agarran con las uñas del edredón. Ya que me quejo agrego que los gatos pierden pelo y a veces se ponen a maullar en la mitad de la noche jugando a que cazan un ratón. Y esto no es todo. Siguen vomitando a diario, como falsas siamesas que son. Hoy vomitaron sobre la cama, sobre mis preciadas sábanas nuevas. Cuando escuché en pleno sueño el inicio del regurgitar admito probé patear con todas mis fuerzas, pero es difícil tirar de la cama 5 kilos si estás en posición horizontal y recién despertada. Pero como soy optimista pensé que lo logré y volví a apoyar la cabeza en la almohada, tranquila de que el vómito estaría en el piso (con lo que uno se conforma). Al minuto la escuché darle al sofa. Chisté enojada. Tienen rascador, solo que está muy gastado y empezaron a hacernos saber que quieren uno nuevo. Pinches gatos. Mastico palabras de odio, me vuelvo a dormir esperando la mañana para tirarles un almohadón si las veo y quejarme junto con R. de su existencia mientras limpio el vómito que para mi sorpresa si abarcaría las sábanas. Es el colmo, mi hijo de 2 años no me despierta, me despiertan las gatas. Luego de cambiar la sábanas procedo a tapar bien cada punta del sofa con mantas para irme a trabajar tranquila, los sábados trabajo de profesora de origami.
Hoy a la tarde volví con un rascador nuevo, les di algo rico de comer y les hice mimos. Pero hoy duermo con la puerta cerrada. 

mercredi, février 10, 2016

invierno en el valle


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