vendredi, janvier 19, 2018

explicaciones


Leo que se murió una cantante. Cuarenta y pocos años, grabando unas canciones creo. Murió de forma repentina y misteriosa, aún están examinando las causas. La humanidad entera se pregunta por las causas. Yo dejé de preguntarme eso hace mucho. La gente se muere. Antes o después. Idealmente de viejos y durmiendo. Lo demás es tragedia. 8:55am en el auto, llegando a la escuela, mi hijo me tira -we die alone? A sus 4 años tiene dudas que su vocabulario no llega ni a poder formular quizás, dice lo que puede con lo que tiene. Yo intento responderle a todas las posibles variantes de la pregunta.
A veces siento que no necesito una explicación. O me acostumbre a no tenerla. Digan lo que digan, murió. Y si fue de golpe y de sorpresa quizás y hasta mejor que un cáncer terminal de meses de hospital y decadencia.
De chica, antes de conocer la muerte, era fanática de un libro de arte. El 4 de la enciclopedia de la historia del arte. La muerte estaba en muchas imágenes del quattrocento. Me absorbían, recuerdo una obra que me impresionaba mucho sobre de una doncella que corre desnuda. Huye de unos perros. Los perros la alcanzan y por supuesto la matan. Se comen su corazón primero, los cazadores vienen a observar lo que sus canes han logrado. En otras obras el drama no es tal, simplemente los muertos y los vivos comparten el mismo espacio. En otras menos, simplemente hay un señor mayor con lo que yo creo que son muchas arañas en el nariz.
¿cómo se pinta el misterio?
Otro día:
-I want to see your mom dead
-(habla de materia orgánica y descomposición)
-I want to see the bones
-(habla de cultura y entierros)
-we take them out and I see them
De hecho si hijo, con tus tíos hablamos de exhumar los cuerpos y cremarlos y dejar de pagar los gastos de una parcela de cementerio que alguien decidió necesitaban nuestros muertos cuando nosotros éramos muy chicos para decidir. Con tus tíos hablamos de cerrar ese ciclo y liberar, hablamos de paz y nuevas etapas. 20 años más tarde hablamos del tema.
La vejez me genera más incomodidad que la muerte creo. Esa forma de convivir que tienen ha de ser.


adiestrar y amar

Me da mi hijo un sobre con cosas que le hicieron hacer en el cole por el día de la madre. Es para ti mamá, me dice. De un lado hay un típico dibujo de él, miles de puntos con algunas rayas que él normalmente dice son peces, pero donde yo veo estrellas, cometas y constelaciones. Le pregunto si son estrellas, me dice que si, le da igual. Del otro lado hay un algo que parece imitar los primeros hallazgos de ilustraciones de rostros humanos, algo con círculos dentro de círculos y palos que podrían ser cuerpos. Todos con amplio espacio entre ellos. Mi hijo aún no dibuja, ni muestra interés en hacerlo. Solo le interesan los animales y los bichos, sabe más nombres y costumbres de insectos y criaturas marinas que muchos adultos. Pero no dibuja. Viendo otros dibujos similares de los compañeros que van saliendo identifico que efectivamente se trata de una representación humana. Mi hijo de 3 años me informa - eres tu mamá. ¿Los hicieron copiar un humano en palito? Probablemente.  adentro hay unas cositas tiernas, unas manos suyas dibujadas y recortadas en papel con un poema que más o menos me recita riendo. Y un señalador con una foto de él que atrás dice, escrito por él mismo SIMON. Las líneas del nombre no saben a donde van, cuesta pero se lee, veo un gran esfuerzo en ese señalador. Veo un esfuerzo que no consideraba posible conociendo a mi hijo. Y lo abrazo con lágrimas en los ojos. Siento que en la escuela lo obligan a copiar y aprender. A imitar, a cumplir. Mi hijo jamás hubiese elegido hacer esto, mi hijo lo hace porque se lo ordenan y le requiere un esfuerzo inmenso. Pero él está bien, él está feliz. Me pregunto cuando surge el real interés por las cosas, cuando empecé yo a amar la caligrafía y la comunicación mediante palabras. No a los 3 años, eso seguro. Quizás a mi también me lo insertaron. No sé. 

burguesa

Ayer sentí a Hanna distinta, cansada, con un trasfondo de impaciencia imposible de disimular. O eso creo ver. Algo que como escorpiana que soy me pasa muy seguido, ver lo que los otros no muestran adrede.
Cuando era chica vivía en una casa con 2 empleadas domésticas, que estaban a cargo de todos los quehaceres de la casa vestidas con delantales rosas con encaje blanco. Tenían que cocinar, limpiar, planchar, ordenar y hacer pequeños encargos para nuestra familia, todo con los delantales puestos. Todo el día haciéndonos todo, para luego volver a sus casas a las 6 de la tarde y probablemente continuar la faena con su propia familia pero esta vez por amor. Esto último no lo tenía en cuenta igual, simplemente me movía como un pez en agua entre mis empleadas, a quienes siempre se las trataba con amor y respeto, a quienes se les daba la ropa que ya no usábamos, para ellas, para sus hijas o sus familiares del norte del país.
Supongo que fue cuando cambio mi vida, que mis ojos se abrieron y empecé a ver. Ver que esas personas no nacieron con mi suerte. A los 18 al mudarme sola tuve por recomendación de mi prima una empleada peruana que venía los lunes. Un sol, pero a los pocos meses me mando una prima, otra divina, que luego me mando a Carla.  Las anteriores fueron todas dándose la baja por maternidad a los pocos meses de trabajar en casa. No habíamos tenido tiempo de entrar en verdadera confianza. Con Carla si. Con ella vi y sentí por primera vez el famoso resentimiento social, que hasta entonces me era ajeno. Con Rosa y Alejandra en casa, y con Cristina en la casa de mi abuela, teníamos un vínculo de afecto ya que me cuidaban desde que era bebé. Mi primera reacción ante esta sensación incómoda fue guiada por la culpa. Probé mejorar aún más los tratos, hasta ser exageradamente amable. Fraternizar latinoamericanamente, o sea pedirle recetas, cocinar con su asistencia y compartir el almuerzo. Ordenar a la par que ella limpiaba si estaba en casa, para que no me vea relajada o estudiando, claros beneficios de alguien de mi estrato social. Fingir en conversaciones que me parecía caro el supermercado igual que a ella. Pedir perdón si había muchos platos sucios. Un tiempo quizás sirvió. Pero a pesar de mis esfuerzos, ella me odiaba. Mucho tiempo tardé en darme cuenta que de vez en cuando se llevaba un rollo de papel higiénico. De vez en cuando. Hice la vista gorda, pero estaba claramente incómoda. Cuando me mudé con mi novio a una casa más grande vino dos veces y no pudo disimular su bronca. Yo estaba progresando, era innegable, y era más chica que ella. Intenté seguir agradando, pero ella dejaba trabajo sin hacer apropósito y resoplaba. Justo cuando la incomodidad llegó al punto en el que me preparé para prescindir de sus servicios con la excusa de que tenía que ahorrar, Carla me informó que me dejaba.
Ahora ya me calmé con la culpa, pero no puedo evitar saber.


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