mardi, décembre 15, 2009

EL SEÑOR ENCARGADO

A 3 puertas de casa hay un edificio, ahí hay un señor encargado de unos 50 años. Es corpulento sin ser demasiado rellenito, con todo su pelo en la cabeza (que en una época de dio la biaba (léase: se tiñó)) y un aire seductor, como que se ve que tuvo "su época". Vamos a llamarle Marcelo. Marcelo trabaja en ese edificio toda la semana, y los fines de semana troca edificios con el "peladito rellenito con onda y barba candado y un primo o hermano que es igual a él". ¿como sé yo este dato? he aquí el problema: le encanta hablar.
Yo salgo y entro bastante a casa, por lo que me lo cruzo unas 4 ... 5 veces por día. En ninguna oportunidad deja de buscar la complicidad, el "holacomoestas?bienbien". Rápido y preciso. Sonriente e insistente. Busca la conexión visual.
También busca la info personal, chusmea, adora a mis vecinos los gallegos, y mira mucho que hace cada cual y con quien. Pero eso no es tan grave, es él creando su mundo.
A veces me escapo del saludo, cruzo antes a calle, pues necesita una distancia mínima para atacar, o si tengo el ipod puesto me corro el pelo de las orejas como para que se vea que no escucho nada y hago que no lo veo. No porque quiera charlar conmigo particularmente, quiere charlar con todos.
Esto no es todo. El señor vende huevos, y como los vende de granja y baratos, le compramos. Una excusa más para charlar. De hecho si un día le preguntas "¿como estas?" siempre responde "acá, rompiendo los huevos".
Marcelo gusta, sobre todas las cosas, de mostrar como saluda al vecindario. Cuando está hablando con algún amigo es LA oportunidad. Interrumpe su charla como si no pudiese dejar de saludarte, porque queda mal,porque yo me ofendería terriblemente si el no frenase en seco su interesantísima conversación para decir "hola¿todobien?". Seductor y veloz. Claro que yo no me ofendería, probablemente sería la 3ra vez en el día que me saluda. El amigo debe quedar perplejo. ¡Cuanta gente que saluda a Marcelo!
Yo sonrio por compromiso, y eso que no hago muchas cosas por compromiso, a veces tiro un hola. Pero nunca le regalo más de un segundo de cruce de ojos. Descubrí que es eso lo que lo alimenta, lo que hace que tenga hilo para seguir el saludo hacia una conversación corta acerca del clima.
El otro día se me ocurrió proponerle que no me salude cada vez que me ve. O sea, entiendo si es a las 9 de la mañana cuando salgo de casa por primera vez. Pero que cuando ya volví a las 11 y estoy saliendo devuelta a la 1, no da. Sino siempre lo mismo. digo si estoy bien a la mañana, no creo que a las 3 horas este mal. Y si estoy mal tampoco le voy a decir, porque es sabido que el ¿como estas? al paso no acepta un mal como respuesta. Esta propuesta no es de mala onda, sería práctica, a cambio le daría algo, como para no dejarlo con nada. ¡A cambio nos hacemos una seña de manos!
La verdad no me animé. Siento que Marcelo no me va a entender, y lo veo tan seguido que no quiero herir sus sentimientos.

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