samedi, août 17, 2013

nacer

cuando nació el tiempo se detuvo y había silencio. no, no había silencio. habían voces. la voz de la obstetra diciendo "miren, miren ahí sale". luego si, unos segundos de silencio. creo que todos los milagros ocurren en silencio. y entonces un llanto. un llanto que no estaba triste, sino reaccionando. y luego sí, escuché el llanto del padre. un llanto que no estaba triste, sino emocionado. lo apoyaron en mi pecho y dejó de llorar. me miraba. yo le ofrecí el pecho, pero no se prendió en ese momento porque estaba concentrado en mirarme a mi, a la cara, a los ojos. no lo podía creer, no podía pensar, ni sentir. solo le podía decir una y otra vez "hola hermoso, hola". no sé cuanto tiempo duró todo, pero va a ser eterno. me acalambré el brazo desde el hombro porque lo agarré de una forma extraña, la forma de la inexperiencia. se fue con el padre a darse un baño, me hizo feliz que lo lleve él a upa, me hizo feliz ver feliz al amor de mi vida. cuando salieron del cuarto yo me quedé con los médicos, que me estaban acomodando el cuerpo. me hundí en un pozo extraño, temblé, me sentí confundida y débil. aparecieron entonces los olores: a la sangre, a los desechos del cuerpo, a metal. no me sentía bien, no me sentía nada bien, y curiosamente lo que más me dolía era el calambre del hombro. estaba mal. hasta que trajeron a mi hijo en su cunita transparente, envuelto en una manta, con un gorrito blanco. ni bien lo vi toda molestia pasó a un segundo plano. toda preocupación desapareció. no podía dejar de mirarlo ni un minuto. no pude dormir en toda la noche, literalmente no podía dejar de mirarlo. si dormitaba un rato me despertaba como una fiera asustada y lo buscaba con desesperación. no quería cerrar los ojos, quería dormirme abrazándolo, pero me dijeron que no, que estaba muy cansada, que era peligroso, que se me podía caer. yo no quería que se me caiga. dormimos la siesta juntos a la mañana, con almohadones a nuestro alrededor, como nubes blancas. y no se me cayó.

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