mercredi, avril 21, 2010

la otra realidad

Entro a un jardín. Tengo el uniforme del colegio.
Se ve que soy más grande, como de quinto año. Quizás precisamente por eso, los niños ni me registran.
Todos corren y juegan, son muchos y parece que están en recreo.
Paso como invisible, mirando a todos con curiosidad y con una paz extraña pero agradable.
Hay uno que me mira, Hola. Hola.
Es como especial en el sentido de problemas motrices, como si fuera un poco tonto
pero no es tonto, tiene cara familiar, tiene la cara de mi mejor amigo de la infancia.
Sigo caminando, son todos los niños iguales en tamaño,
algunos tienen el delantal de jardín, otros un delantal blanco que indica llegaron a primer grado.
Tengo que chequear mi ropa, no quiero estar en primer grado.
No estoy, tengo el uniforme de mi colegio y el tamaño de alguien grande.
Sigo caminando, desaparece la multitud de niños.
Veo las salitas, sala "nena" tiene como dibujada en la puerta la cabeza de una nena con dos colitas en el pelo.
me asomo por la ventana que no tiene vidrio, hay muchos niños sentados a lo indio, en lineas.
En la primera linea hay una nena, con el pelo rubio y dos colitas, mirando un poco hacia abajo muy intrigada por alguna cosa que acontece con los cordones del de al lado.
Soy yo. Soy yo de chica, no hace falta que le vea la cara lo sé.
Me corro de la ventana y me voy contenta, casi emocionada, miro el logo de la puerta una vez más. Sigo recorriendo las otras salas, la estructura es en desniveles y al aire libre, como el zoo de Baños, Ecuador.
Recreo otra vez, paso por una galería abierta y veo a los que cuidan a los niños. Son gente de psiquiátrico, como si fuese un jardín de niños locos. Ellos tampoco me ven, pero por las dudas soy precabida y no pasó muy cerca. No creía que los niños estuvieran todos locos.
Me encuentro devuelta con el niño especial. Me dice que me quiere dar una flor, lo sigo hasta dentro del aula vacía, las flores son de plástico y están arriba de un estante, el no llega porque es un niño, yo me estiro y selecciono una, tardo porque las que no están rotas en los pétalos están rotas en el bichito decorativo que llevan, una vaquita de San Antonio negra.
Rápido que vienen los guardias. Tomo una, el tallo es largo y como de alambre, lo puedo doblar.
Le agradezco , le doy un beso en la mejilla, sonrie, me voy.
Estoy yendo a casa, por una bajada grande, sin calle y sin fin, bajo casi corriendo porque es empinada.
Freno en un aljibe, veo como me pasan unos niños y mi difunta perra corriendo feliz. Luego se queda olfateando por ahí.
Me apoyo en el borde, casi exhausta, suena el celular.

/abro los ojos, son las 8.10 AM/

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