El amor de una gata es un regalo de los dioses.
Quisiera creer en muchos dioses,
supongo que debería empezar por llamarlos Dioses, con mayúscula.
Como para transmitir su grandeza en todas las formas posibles.
Me gustaría hacer mis rituales más seriamente, voy a cumplir, puedo hacer eso.
Confiar en que mi destino está en manos de los caprichos de Los Grandes,
eso me haría vivir más tranquila, mucho más tranquila.
Pero no puedo olvidar a Zaratustra.
No puedo hacer eso.
Voy a entregarme nuevamente a un ritual dionisíaco, estoy lista para despegar entre miles.
Y que las flautas y tambores vengan de la mano de Armin.
Cerraremos los ojos y respiraremos profundamente,
como si fuera la última bocanada de aire.
Podremos así subir con los Dioses, a sentir un poco de la plenitud que todo lo abarca.
El que no siente no vive. La cabeza no tiene la capacidad de asimilarlo todo,
la mente no alcanza, a menos que te pierdas en ella.
Y si te pierdes no vuelves.
Como una foto con doble exposición, se verá de fondo el rostro de la gata.
Absorbiendo el mensaje, llevándolo serenamente a los Grandes.
Volveré a entregarme en las montañas de Bosnia.
mardi, mars 29, 2011
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