mardi, septembre 21, 2010

old, fat, weird wedding I

El casamiento fue extraño. Casi que se metió con forro, con una capa plástica que recubría la superficie separándola del interior.

Hay sol.
Al llegar al piso correspondiente del registro civil de la calle Uruguay descubrí entre la gente un algo que me disgustó. Un zorro, de esos de los años 20, colgado cual cadaver del brazo viejo de una señora de clase alta. Lo encontré repugnante. Una aberración, una falta de respeto al reino animal. Tenía incluso los agujeros de los ojos, las 4 patas, la cola, la boca. Tan inerte, tan real. Miro con odio a su dueña. Una señora bien, elegante, bella y muy lúcida.
Enseguida reconozco a Carola, me había descrito su vestimenta por teléfono hacía tan solo unos minutos. Empieza a presentarme a todos, nadie llama mucho mi atención, veo los colores de las energías, lo cual me distrae bastante de lo que ella me está explicando. La tercera persona que me señala es su madre, la única suegra que el matrimonio tiene, es la señora del zorro. El zorro sigue ahí, muerto, colgando de su brazo, como un accesorio, como una mascota. Cómodo y obediente.
Su marido tiene un nombre que yo jamás había oído, pero no se lo digo. Es grande, enrome, está excedido de peso. Pero tiene toda su cabellera. Se ve que en una época era un seductor, pintón diría mi abuela. Ahora seguramente despierta más simpatía que erotismo su redondeada figura. Pero su porte de hombre poderoso y con pocas pulgas siguen imponiendo respeto.
Todo parece normal.
Carola claramente fue secretaria durante toda su vida laboral. Es organizada y está siempre atenta, sabe todo: cuanto falta, quienes faltan, donde los llaman. Es quien guiará el ganado durante todo el día.
Empiezo a sacar algunas fotos mientras la gente hace los típicos chistes: "¡última como soltero!" es el hit. No debo hacer más que sonreír, no es mi trabajo hablar e informarles lo estúpido que se ve todo, lo estúpidos que me parecen los casamientos y lo estúpido que es cuando la gente se quiere sacar fotos grupales mirando a cámara, todas iguales, una atrás de la otra.
Durante el civil el humor sobrepasa lo gracioso.
¿Como le dicen al novio?- pregunta la jueza, buscando crear clima. gordomorcilla. El clima no estaba ni estaría, y las palabras "gordo" y "morcilla" se repitieron muchas veces.
El novio dejó en claro que él ya había pasado por ahí. Que no era un "primerizo". Seguramente su primera boda no fue así. No quedaba lugar a dudas que esta vez lo hacía por ella, porque ella necesitaba casarse aunque sea a sus 50, ella necesitaba no morir soltera.
Los reiterados intentos de la jueza de llevar la ceremonia a un lugar más romántico no fueron exitosos. Peor aún, cuando les dijo que se podían dar su primer beso como marido y mujer, él no la besó. Puso un cachete, y luego el otro, con un falso abrazo efusivo, ella emocionada con su souvenir de amor, él como si la odiara aunque sea durante ese momento, por hacerlo pasar por esto devuelta, por doblar su voluntad y su porte de hombre invencible. O era una impresión mía.
La magia no estaba, y con suerte pude capturar algo que se le parezca. No hubo beso. Como tampoco lo habría en la iglesia.


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