mardi, septembre 28, 2010

old, fat, weird wedding II

Como Carola no está presente hay un cierto desconcierto acerca de que lado es el del novio y que lado el de la novia. La señora del zorro, la única suegra, se me acerca -vos debés saber cual es el lado de la novia. Lo decía porque supone que mi especialidad son bodas, pero no lo son, no tengo idea. No hago muchas iglesias- le digo, sin dejar de notar la cercanía de ese zorro ciego a mi persona. Se aleja desilusionada, directo al despacho del cura, quién mejor la aconsejará.
Hay nerviosismo, la gente se mueve y mira para todos lados, en cualquier momento la novia entra. Yo no dejo de medir la luz, no me imaginaba una entrada de novia. Empiezo a probar disparos con flash, necesito una foto de ella entrando, es EL momento. Mis reiteradas pruebas hacen que los espectadores no dejen de voltearse hacia la puerta pensando que va a entrar la novia. Tengo que parar de disparar que ya. Busco al novio, que debería estar parado en el altar esperando a su reina, pero no está. Sale del cuartito tan solo un segundo antes de que ella entre, porque el cura lo invita a pasar al altar. Camina como mirando para donde correr, última chance de evitar semejante papelón ante sus amigos. Pero se queda ahí, sudoroso, apático, rendido.
Es como un estado de trance en el que uno entra cuando cubre un evento, de pronto no sos más que algo que flota por fuera de la situación, que nadie mira pero que lo mira todo. La mediocridad humana se hace evidente y yo sufro por pertenecer a la raza.
El camarógrafo, mi eterno aliado, está horrorizado como yo de la extrañeza de esta boda, un evento organizado para los otros, por Carola. Algo para el que dirán. Todo un escenario levantado para una sola función. Como decía, lo vemos a él, agarrándose la cabeza mirando al suelo cuando se arrodilla en el pedastro, no reza, se afloja el nudo de la corbata, se refriega los ojos sudorosos, se pregunta que carajo hace ahí casandose por iglesia por segunda vez, adelante de muchos que presenciaron la primera, recordando que solo puede hacerlo una segunda vez porque ella está muerta. No es el único sorprendido, por detrás de cámara el público insiste en que no pueden creer que sucedió: Carola logró llevarlo hasta el altar.
Ella busca su mano, pero nunca la encuentra. No importa, porque es su día, y está feliz. Nada lo puede arruinar, porque está feliz por ella misma, por sus invitados. Nadie lo puede arruinar.
Salimos y va a llover, va a llover seguro.



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