lundi, mai 11, 2020

cuarentena 1

De alguna forma termina rodando alrededor mío mientras yo completo mi misión de preparar unas fotos con marco blanco en mi móvil. La música suave, el sol de otoño que entra por las ventanas y la cama cerrada pero en uso, con unas frazadas que nos enmarcan y tocan, le  agregamos una planta, nos corremos de la toma y es una foto acogedora de AIRBNB. me pide que le rasque la espalda sin mirarme, va a cumplir tres en un mes poquito. La rasco con un mimo y mis inusuales uñas, la cuarentena por el COID19 trajo muchos cambios y uno es que al no estar dando masajes cada tanto me encuentro con las uñas inusualmente largas. Al principio me incomodaba, luego me las pinte, nos las pinté, era lo que ella más quería en el mundo, se quedo dormida esperando que se le sequen, en la mesa, a las 8 de la noche. Hoy también se va a quedar dormida, lo sé con solo mirarla. La parí. cuando corto el rascado la relajación no se va, pero ella se da vuelta y solo me dice MOM mientras su cabeza le pesa e intenta moverse a no sabe bien donde. En una corta coreo de movimientos que mi cuerpo tiene memorizados me la acuesto en el pecho, para sentir una vez más esa droga maravillosa que es que se te duerma tu hija en el pecho. Lo que dure lo disfrutaré, cerraré los ojos y observaré nuestro respirar coordinarse. Es eterno y dura poco. Su olor y su peso me hechizan, pero ya está larga y pronto ambas preferimos lateralizar. Este es el momento que aprovecho para darle besos lentos en la frente y los cachetes aun tan grandes e hinchados como su abdomen de bebé. Ella está y no está. Ella es el amor en carne y hueso. La miro y me mira solo un momento y vuelve a flotar, saco mi brazo, se acomoda, la tapo, me separo y nada cambia en su mirada, ella sabe que sigo ahí aunque me vaya a la cocina. Se duerme sola, siempre supo dormirse sola.

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