Por algún motivo ajeno a mi entender, mi abuela decidió que yo colecciono corchos. Hace más de un año que los pide cuando va a restaurantes y me los guarda. Me los da toda orgullosa de su servicio. A mi me dio noseque decirle en un comienzo que no era así la cosa, porque como toda jubilada no tiene mucho que hacer de sus días, y le llena el espíritu de alegría este tipo de mini-misiones. Bueno, vaya y pase, empecé a juntar corchos, pero solo los que me da mi abuela, no voy por la vida pidiéndolos.
Podría haber terminado ahí, pero ahora la complicación: el otro día me cruzo con una de las amigotas de mi abuela (señoras mayores que viven en el mismo edificio hace años y toman cafecitos todos los días y hablan sin parar y tienen apodos como “Piba” “Lita” “Pocha” “Bety” “Naca” y uh! me cansé), como decía, me cruzo con una de estas amables doñas y me dice que ME ESTABA JUNTANDO CORCHOS PORQUE MI ABUELA LE DIJO QUE JUNTO CORCHOS! Que cuando va a restos también los pide! Me hizo entrega de la mercancía, toda contenta, y yo con mi cara de sota mundial no pude hacer mas que decirle - Gracias!-
[Bueno, claro que con el hereje ya quedamos en hacer un “corcho de corchos” super-genial-artístico. Y si, algún proyecto tenía que surgir con tanta cantidad de material…]
